lunes, 27 de febrero de 2012

Echar la vista atrás no es fácil. Puedo decir, sin duda, que nunca quise a nadie como te quise a ti; o te quiero, porque ya no lo sé. Te convertiste en mi otra mitad, en mi conciencia, en esa persona incondicional. Siempre fiel a mi lado, como sirviente a su señor.

Hemos llorado, reído, cantado, bailado y todos esos verbos que puedan llegar ahora a nuestras cabezas, juntas. Sí, juntas. Así he pasado los últimos años de mi vida, a tu lado. Tú siempre pendiente de que mi sonrisa no desapareciera, sin importarte la hora o el día. Hasta a 600 km de ti, en uno de los momentos más duros, te sentí tan cerca como si te tuviera delante de mí, apoyándome.

Tus abrazos me calmaban, me hacían sentir segura. No había nada que no pudiera contarte, ya que siempre me entendías e intentabas ver mi lado bueno en cada segundo.

Pero aquel día mi alma se partió. Al principio pensé que era una discusión más, una de esas que tantas veces habíamos arreglado y nos había fortalecido. Pero no fue así. Ninguna de las dos quiso arreglar aquello. Algo destinado a arreglarse, acabó destinado a distanciarse. Cada una con sus motivos, cada una con una razón fuerte por la que no querer ceder.

Y ahora, ocho meses después, me doy cuenta que no fue culpa tuya pero tampoco mía. Es duro querer a alguien y no ser capaz arreglar algo que fue maravilloso. Con el tiempo, me he dado cuenta que te idolatraba. Te veía más de lo que realmente eres. Siempre subida en un pedestal, ese que decidía lo que estaba bien y lo que no. Tuviera quien tuviera la razón aquel día, una se acaba quemando y creo que es lo que nos pasó a las dos, que nos quemamos de algo que dábamos por hecho.


Intento nombrarte lo menos posible, intento no pensarte y dejarte atrás; pero mi salud se está resintiendo por no ser capaz de sacar lo que tengo dentro. Así que aquí queda esto, en forma de entrada del blog, ya que es de los pocos sitios donde puedo expresarme tranquilamente.





(Y aquí cierro ese capítulo de mi vida que lleva 8 meses en el abierto. Estoy aprendiendo a reconstruirme de ese vacío que quedó dentro de mí. Aprendo a tomar mis propias decisiones, sin consultarlas con nadie. Aprendo a valerme por mí misma. Y si lo hago bien o no, me servirá para seguir avanzando en este duro camino que es la vida. Perdón por el texto tan largo, pero hay momentos en que necesitas sacar cosas que tienes dentro.)




1 comentario:

  1. Suscribo cada una de estas palabras. Me alegra que hayas pasado página, que seas capaz de comprender todo lo sucedido desde la distancia y entiendas que las cosas salieron así. Me gustaría ser como tú, poder hacer lo mismo y dejar de lado esta situación que a mí, al igual que a ti, también te quema.

    Un besito.

    ResponderEliminar